Mi reciente llegada a Francia me ha inspirado la curiosidad por los mitos y las criaturas que viven en la campiña francesa. Aquí viene mi primer descubrimiento, de un pueblo muy cercano a donde estoy ahora.
Había una vez un molinero que se hizo muy rico, pues eso, moliendo trigo. Teniendo tanto dinero decidió que casaría a su hija con el mejor pretendiente posible, nivel principesco, vamos. Así que puso dos condiciones para que cualquier pretendiente pudiera casarse con su hija.
- Que fuera los bastante fuerte
- Que tuviera la dentadura de oro
Dos demandas un tanto extrañas. El caso es que eso de ser rico y decidir hacerte una dentadura de oro no era muy común en la época. Así que por más que príncipes vinieron a solicitar la mano de su hija, al no tener los dientes de oro, fueron rechazados. Y la pobre mujer ya se veía cuarentona y soltera.
Hasta que un buen día llego un hombre muy apuesto al molino y solicito la mano de la hija del molinero. Cuando este le demando si tenía la dentadura dorada, este ni corto ni perezoso sonrió para dejarle ver una larga línea de dientes dorados.
Complacido, el molinero decidió que pasaba a la siguiente fase. Para demostrar su fuerza, el molinero le pidió al extraño hombre, que desviará el torrente que pasaba por abajo en el campo hasta su molino, antes de que el gallo cantara a la mañana siguiente.
El hombre acepto el encargo y se puso manos a la obra. El molinero bajo entonces al pueblo muy contento para fardar de su nuevo futuro yerno. Fue entonces cuando fue advertido de que acababa de hacer un trato con el diablo. Nervioso, volvió al molino para comprobar que, efectivamente, las aguas no se estaban separando de su cauce por el trabajo del hombre, sino arte de magia, subían colina arriba, acercándose poco a poco al molino.
Todo el pueblo había subido el monte para ver el espectáculo: las aguas abriéndose paso por la tierra como las llamas del infierno, el pobre molinero maldiciendo sin saber que hacer… Por suerte uno de los pueblerinos, comento:
- Despierta al gallo ahora, que se ponga a cantar.
Viendo una salida a su entuerto el hombre fue a buscar al gallo, que se puso a cantar pese a no haber despuntado el alba. Furioso, el diablo tuvo que admitir su derrota y volver por donde había venido. Pero aún queda hoy en día, la marca de por allí donde paso la corriente esa extraña noche, y el desvío que tomo después de que el diablo fuera sorprendido por el gallo. (Traducido de francelegendes).
Y la moraleja de la historia supongo que es: no seáis tan avariciosos como para poner condiciones estúpidas al matrimonio de vuestras hijas. Y no os fiéis de extraños con dientes de oro.