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El odio al creador. Mary Shelley en la generación millenial.

Tengo poca perspectiva histórica. Pero empecé este año con Frankenstein de Mary Shelley, y por alguna razón, no dejo de ver su crítica en todos lados. A nivel literario no, porque estoy con clásicos como Liliana Bodoc (que tiene ya sus veinte años el libro). Pero al poner la tele (más bien Netflix) mis dos ultimas series han tenido un tema en común con Frankenstein: el odio al creador.

En un momento de lucidez una oscura de noche, me vino a la cabeza la siguiente pregunta: ¿por qué Sex Education, The Umbrella Academy y Frankenstein me parecen similares?

La respuesta es: el odio al creador.

Frankenstein y Mary Shelley

Si no os habéis leídos el libro (y sí la peli) quizás os convenga echar un vistazo a mi reseña, o al ensayo de Ricard Ruiz Garzon. Porque las pelis, pese a contar la misma historia, tienen un punto de vista completamente opuesto.

Por resumir, Mary Shelley critica muchas cosas en un libro de solo 130 paginas. 1) los limites éticos de la ciencia, 2) el desprecio de la humanidad a lo diferente, 4) la soledad y, 5) el odio al creador.

En esa nos centramos a continuación.

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El monstruo enfrenta a su creador.

Pese a que la historia esta narrada en boca del Doctor, conocemos la opinión del Monstruo. Su odio al creador, por la forma en que lo trajo al mundo (desfigurado y abandonado) se hace constante en la narración, pues es lo que motiva al Monstruo.

Un hombre frío que no ama a su creación

Una historia similar vemos en The Umbrella Academy.

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´Los hermanos Hardgreeves se reúnen para esparcir las cenizas de su padre.

Es cierto, el excéntrico millonario no los creo (¡no confirmado!) pero si los educo desde que eran unos bebes. Una figura paterna distante, que intenta moldear a sus hijos para que ocupen una posición concreta (la de superheroe). Forzándolos a hacer cosas que no quieren, y despreciandolos cuando se rebelan.

En eso, se parece mucho en la dinámica entre el Monstruo y Frankenstein. El doctor, al igual que el padre, en ningún momento se culpo de lo que había hecho. Porque para él mismo, era el héroe de la historia.

El odio de los hermanos Hardgreeves a su padre es otro tema sutil de la trama, muy similar al visto en Frankenstein.

¿Por qué me llama la atención?

El año pasado fue el 200 cumpleaños de Frankenstein. Lo cual lanzó muchos trabajos dedicados a exaltar la obra. Pero un año más tarde, me empiezo a cruzar con estas series que comparten ese odio al creador que (presumo) se inició con esta novela.

¿De dónde viene todo esto? Yo me atrevo a suponer que de mi generación. Los millenials estamos acabando de entrar (como generación) en el mundo laboral. Eso significa que comenzamos a marcar el ritmo de la cultura, gracias a nuestros nuevos ingresos.

¿Qué tenemos en común con Mary Shelley, en general? Un resentimiento un tanto insano hacia nuestros progenitores.

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No me diréis que no os suena…

Somos los hijos de las teorías fallidas sobre la educación. De los padres que no aceptan el fracaso como una opción. Del pensamiento: «mi hijo debe llegar donde yo nunca llegue». Eso, junto con el hecho de que la generación de nuestros padres haya arruinado la economía (y el medio ambiente, ya que estamos) al tiempo que nos tachan de vagos, hace que tengamos unas emociones reprimidas un tanto fuertes hacía ellos.

¿Y qué pasa con Sex Education?

¿A parte de que me fascinó? Sex Education también presenta esta subtrama, este mensaje subliminal. De una forma mucho más en sintonia con la realidad.

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Su madre le hace muchas preguntas incómodas.

Los padres de Sex Education están, o bien no presentes, o demasiado encima de sus hijos. Los vemos en las constantes intrusión de Jean en la vida privada de su hijo. En la implicación malsana de las madres de Jackson. En la represión de las emociones (y salidas violentas) que tiene Adam para no defraudar a su padre.

Es una constante lista de las diferentes técnicas de crianza que se han probado en nosotros a lo largo de los años. Y sus consecuencias en nuestra psique: más que nada un temor a ser uno mismo, pues uno mismo no es lo bastante bueno.

Como he dicho, nos han enseñado que el fracaso no es una opción, y que ser diferente a la regla es malo. Ahora, nos damos cuenta de ello, y los resentimos por los valores tan intrínsecos que nos dieron.

Y como he dicho. Esto aparece en los medios. Igual que como lo llevamos nosotros mismos, medio escondido entre todo lo demás. Porqué nadie quiere admitir que sus padres les han hecho mal (incluso cuando quieren lo mejor para ti), o tienen miedo de quejarse (no vayan a tacharlos de quejicas).

Es incluso posible, que esta subtrama haya estado presente en muchas de las pelis y series de mi adolescencia. ¿Podría ser algo que lleva pasando toda la historia de la humanidad? Geroge R. R. Martin no es ni de lejos un millenial, y aún así anda que no muestra lo tóxicos que son algunos padres (ejem ejem Tywin) para sus hijos (no solo Tyrion, Jaimie y Cersei están igual de tocados).

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No me diréis que Jon no tiene un gran complejo de inferioridad gracias a su «padre».

O puede que no sea eso

Pensando en series de mi infancia, o clásicos de la pantalla, no puedo dejar de pensar que quizás si sea una temática constante en la cultura. Todos los adolescentes odian a sus padres en algún momento, al fin y al cabo. Todos recibimos cosas malas de ellos, pero también cosas buenas.

Pueden que solo sean cavilaciones de las 2 de la mañana. Pues, en la mayoría de los casos, nos quieren. Y lo que hacen, lo hacen por amor.

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Generación Netflix

El otro día fui a la Setmana del Llibre en Català, más concretamente a La Tarda Fantástica, que era una tarde dedicada exclusivamente a fantasía y ciencia ficción, lo mío, vamos. Hubo muchas charlas, algunas más interesantes que otras, como por ejemplo las mujeres en la literatura fantástica; es toda una experiencia ver a veteranas hablar de las autoras que las inspiraron (#unañodeautoras). Quizás debería hablar de ello en otro post…

Volviendo a la mío, la charla que más me marcó esa tarde se llamaba: Generació Netflix (Generación Netflix). La charla era la guinda final de la tarde, y por como la presentaban, me estaba esperando una tesis doctoral (adaptada al público general) sobre como el binge watching está cambiando la forma en que leemos, y técnicas que los autores podríamos adquirir para adaptarnos.

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Para mi disgusto fue más bien un grupo de hombretones entrados en su madurez quejándose de cómo los jóvenes teníamos poca paciencia, y ya no estábamos dispuestos a tragarnos capítulos enteros de reflexiones profundas sobre metafísica como hacían ellos cuando leían Isaac Asimov.

Bueno, no todo fueron quejas, y dijeron un par de cosas que me interesaría compartir, como miembro de esa generación.

Lectura activa, tele pasiva

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Creo que esto no llega como sorpresa para nadie. El más maduro del grupo comento que él consideraba dos tipos de tiempo lúdico.

La lectura requiere un esfuerzo mental considerable: leer, entender, reproducir, reflexionar… Mientras que uno simplemente puede sentarse delante de la televisión y dejar pasar las horas, sin hacer nada de lo anterior. Así que mientras la lectura supone un ejercicio, la televisión (conocida como caja tonta por algo) supone una escapatoria a un día en que has tenido que pasártelo pensando.

Por consecuente, cuando llegamos a casa agotados del trabajo o de la escuela, lo último que queremos es seguir ejercitando el cerebro, cuando podemos «apagarlo» y además pasar un buen rato. Lo cual supone un menor número de lectores al final del día.

Aquí me gustaría comentarle que uno puede reflexionar mucho sobre las series, aunque supongo que soy de las raras de lo hace.

La caja tonta, entre dos páginas

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Esto sigue con el punto de que preferimos no tener que ejercitar nuestra mente. Los autores invitados se quejaban que debido a ello, en una búsqueda de atrapar lectores, los libros se estaban haciendo más televisivos.

¿A que me refiero con esto? Me refiero a los super-ventas de El Rubius, Belén Estebán y otros personajes famosos. Me refiero a muchas fotos y pocas letras. Me refiero a historias con 0 argumentos (o casi 0) que se venden solo porque las han «escrito» personas que has visto en la televisión.

También se referían a aquellas historias escritas al modo series, con muy poca reflexión y una acción continua. Esos libros con un ritmo rápido (porqué el lector no quiere que te pases describiendo una puerta dos páginas enteras) en el que se prioriza el argumento a las habilidades narrativas.

Aquí me tuve que plantar, sobre todo porque yo pienso que el argumento es la base sobre la que se asienta una historia. No puedes escribir un libro en el que te dedicas a describir los sentimientos de una naranja durante 100 páginas, y que la gente esté dispuesta a leerte. Yo al menos no lo haría (bueno, puede que sí, pero depende de cómo de interesante sea esa naranja. ¿Os imagináis que es alguien convertido en naranja por una bruja? ¿Cómo volvería a ser humano? Ya se me ve el plumero, ¿no?). Lo que digo es que hay libros para todos, y puede que sea verdad que los lectores actuales preferimos el drama. ¿Pero es peor un libro por centrarse más en las acciones que en las descripciones? (yo por ejemplo me harté de las descripciones infinitas de Eldest) ¿No es acaso genial si simplemente entretiene? ¿Es obligatorio que el lector se quede con un mensaje transcendental? ¿Tan horrible es?

La era de las adaptaciones

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unademagiaporfavor

Estoy convencida que vosotros también habéis pensado en esta saga de libros. Como que no es la adaptación más exitosa de todos los tiempos.
No os equivoquéis, llevamos adaptando libros des de antes de que se inventará la televisión. Al teatro, al arte, al cine… Pero estos últimos años la industria ha encontrado un nuevo nicho: las series.

Siempre he sido de la opinión de que la mejor adaptación de cualquier libro seria a una serie. En una película… uno no tiene tiempo de meter todos los detalles que nos dan las paginas en papel. ¿Pero la serie? ¿Un capítulo en papel equivale a un capítulo en la pantalla? ¡Me parece una idea cojonuda! No es de extrañar que todas las cadenas de televisión estén invirtiendo en adaptar sagas de libros a la pequeña pantalla. Ahorras en guionistas, sabes cómo va a acabar la historia y normalmente ya tienes una fan base formada.

Por el otro lado, una adaptación supone un aumento en el número de ventas. Son muchos (misa incluida) los que en oír que Hollywood va a invertir millones en hacer una película, se lanza a comprar un libro que de otra forma no habría ni oído hablar.
Aquí tenemos un poco el caso del pez que se come la cola; esos lectores que leen porque lo han visto anunciado en la tele. Pues oye, Juego de Tronos, Harry Potter, American Gods… ya eran best-sellers mucho antes que se hicieran películas/series sobre ellos. Sus adaptaciones solo permitieron que llegaran a aun más personas. Y no veo a nadie quejándose de que sean obras cutres (bueno…ejem…50 sombras de Grey…).

La formula Netflix

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Los millenials ven muchísimo menos «cable» que otras generaciones. Una diferencia de casi un 20%. ¿Y eso por qué? Pues como millenial diré: porque es mil veces mejor poder elegir qué serie quieres ver y cuando, que tener que esperar a esa hora de la semana concreta. Eso que llamamos: binge watching.

¿Y por qué perjudica a los lectores? Pensad. ¿Cuál era la mayor ventaja de leerse Juego de Tronos a esperar que llegará la nueva temporada? ¿Quién no corrió a comprarse los siguientes tomos de Harry Potter después de ver la primera película? El tiempo. Las series tradicionales y las películas nos hacían esperar para saber cómo acababa la historia. Si te gustaba una serie de la tele tenías que ponerte la alarma para poder ver el siguiente capítulo la semana siguiente, ¿y si te lo perdías? Parecido con las películas en saga… Sin embargo, los libros estaban ahí. Puedes leerte capitulo tras capitulo durante horas hasta hartarte. Cuando, cuanto, y como quieras.

Y eso es algo que los teleoperadores como Netflix no han pasado por alto. Con este nuevo sistema (que adoro btw) puedes verte capi tras capi sin necesidad de esperar diez años. Las temporadas se suben enteras, y no te tienes que quedar con el gusanito preguntándote que va a pasar a continuación.

Creo que eso es la mayor razón del éxito de este tipo de plataformas, y la principal razón por la que ahora cuando no sé qué hacer cojo el móvil en vez de un libro. Es incluso más fácil.

¿Conclusión?

Pues sí, supongo que los tiempos han cambiado. Supongo que no voy a querer tragarme un tostón de 500 páginas que no va a ninguna parte. Quiero libros cortitos, con acción y/o drama constante, que me mantengan preguntando: ¿y ahora qué?

¿Pero se le puede considerar algo malo? Yo no creo que estemos acabando con la literatura por exigir un cambio. Igual que no estamos acabando con la televisión. La estamos haciendo evolucionar, y hasta dónde yo sé, hacia mejor.

Porqué gracias a la generación Netflix tenemos series indies que no habrían llegado a nadie si hubieran tenido que pasar por Hollywood, tenemos autores que no dependen del conservador mundo editorial para publicar, y sobre todos, ¡tenemos el mayor índice de lectores de la historia!